miércoles, 20 de agosto de 2008

JOSE CARLOS DE LUNA (1890-1965)

Escritor malagüeño. El Piyayo es su obra más conocida. Magnífica dedicatoria a un músico callejero, gitano y malagüeño, llena de ternura y elegancia. Ejemplo de la poesía popular andaluza en todo su esplendor.

EL PIYAYO

¿Tú conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,
la mirada de gallo,
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso. . . ,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?

¡A chufla lo toma la gente,
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!

Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja,
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo".

Y el endeble Piyayo jadea,
y suda... y renquea.
Y a sus contorsiones de ardilla
hace son la sucia calderilla.

¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.

Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardentillo...,
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aullan de hambre,
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña,
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra porque es tan chicuelo!

En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡y a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.

Vacía las alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:

-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó no se come en palasio.
Y este pescaito ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!

Así... despasito.
muy remascaito.
¡No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...

Así despasito,
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.

Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al Piyayo
riendo.

Y hay un angel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.

¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mi me da pena
y me causa un respeto imponente!