lunes, 28 de abril de 2008

La pequeña MARI LUZ

En un relato muy corto es difícil compilar toda una terrible pero gran, de grande y no de grandiosa, historia que durante dos meses rodeó a un ángel, que ya lo es, a su familia y a toda una ciudadanía volcada en la búsqueda de esta niña preciosa. Vemos a un padre que ha demostrado una compostura jamás vista en persona pública, en ningún famoso, en ningún farandulero que esgrime lágrimas a raudales y destroza sentimientos ajenos por haber sufrido pérdidas que en absolutamente ningún caso, repito, en absolutamente ningún caso, podrían compararse a la tremenda privación que este papá experimenta. Vemos a una madre rota de dolor, destrozada. Vemos a un abuelo con sangre envenenada por un perjuicio maldito. Vemos a unos familiares y vecinos cercanos que lloran a pie de calle. Vemos a unos paisanos que lamentan un trágico desenlace. Vemos a los encargados de hacer cumplir la ley que descubren que algo se pudo haber hecho. Vemos muchas cosas, vemos incluso a la propia injusticia de los justos golpeando a una persona por ser hermano de... Pues bien, hoy, en la televisión, yo he visto al padre y al abuelo de Mari Luz, hablar, algo "recuperados". El abuelo, pobre hombre pleno de humanidad y de valor, decía haber culpado desde el primer momento al presunto personaje detenido, y que había, él mismo, realizado sus propias "investigaciones". Y resulta que dos semanas antes, este presunto pederasta, junto a su mujer y a su hermana, también presuntamente culpables, se paseaban por Bellavista, un barrio cercano a Huelva, con raros andares e intenciones no deseables a la vista, y que incluso fueron denunciados por una vecina de este barrio de Aljaraque, a cinco kilómetros del desgraciado suceso, viendo estos extraños comportamientos.
Yo,... vivo en Bellavista; tengo tres hijas pequeñas, de tres, diez y doce años, y puedo prometer y prometo, que en estos momentos siento un escalofrío que me inunda el cuerpo, que ha distorsionado completamente mi estructura, que me ha desplomado sobre mi silla y me ha hecho escribir este pequeño homenaje a la pequeña Mari luz, a su pequeñísima vida, que vivió seguro con grandeza y alegría, y a la gran vida que no vivió, y que pudo haber vivido. Y lo cierto es que esta herida tan profunda, esta huella a la humanidad, esta "vidita", ha tenido mucha más importancia y reverberación en nuestra sociedad que muchas grandes vidas y vidas grandes.
¡Que quien quiera que haya por donde tú estés te guarde bien, Mari Luz, niña bendita!

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