martes, 22 de abril de 2008

La nieta

Este es un relato que hace tiempo que escribí. Lo pongo urgentemente para no dejar en manos de mi hermano el nivel literario de nuestro blog. Jeje. Los chocos tiene tinta, pero no pluma. DEDICADO A MI QUERIDA SOBRINA GALA (y un beso para luna y elén, a las que ya les dedicaré otra cosa, con la promesa de escribir algo nuevo de verdad).

La nieta:

Fue mi madre quien la vio. Durante aquel tramo de la mañana mis sobrinas jugaban a ayudar en la limpieza doméstica. Entretenimiento que exige esa predisposición inmanente hacia las cosas que normalmente solo tienen los niños: el candor.
Recibieron un paño húmedo cada una para que lo esgrimieran contra el polvo y, como si sostuvieran una muñeca, se adentraron eufóricas en las habitaciones y en el juego.
Yo estaba durmiendo y no lo vi. Casi mejor, porque hubiera llorado.
Me dijo mi madre que estuvo un rato sin sentir a la menos pequeña. Esto no tendría nada de particular si no me hubiera estado hablando de Sofia, una criaturita dulce pero un pelín ruidosa.
Mi madre se extrañó, dejó el puchero y salió a ver qué hacía. Rápido la encontró. La vio en medio del pasillo, ensimismada pasando el trapo suavemente, una y otra vez, sobre un pequeño marco, que suele convivir junto con otras fotos de familia, encima de un mueble de silencioso mármol y madera.
Sofía parecía mirarlo más allá. Mi madre se acercó y le dio un vuelco el corazón cuando reconoció el retrato de mi padre entre sus manos. El corazón lo comprendió todo. El pasillo se había limpiado hace poco. Y sobre todo esa foto…no podía tener ni una mota de polvo.
- Sofía ¡¡, (la pequeña volvió la cara sin dejar de pasar el paño sobre mi padre). ¿echas de menos al yayo, verdad?.
Y en Sofía se fraguó un gesto, preludio de una respuesta milagrosa: Sofía rompió a llorar. Desconsoladamente. Fue el nacimiento de un río. Néctar de flores de duelo. Sofía lloró. Fue seguramente la respuesta perfecta. La omisión más precisa. La expresión. Sofía no podía decir y lo dijo todo. El llanto tomo su voluntad como un rescate.
Supongo que mi madre también lloraría - y estoy llorando hasta yo- .
Después de comer fue cuando me lo contó todo. Aprovechando que las niñas estaban en el patio (jugando). Yo tomaba fruta, como nunca, y mi madre me acompañaba con su relato, ya comida, como siempre (¿quien me esperaría hasta tan tarde?).
No pude comer bien. La imagen de la niña, que nunca pareció afectada, llorando a mi padre me conmovió hasta las entrañas. La muerte de un ser querido es una herida que se mantiene en flor durante muchas estaciones, pero con primaveras desapercibidas.
Es curioso que, como en mi caso, mis sobrinas lloren más ahora que cuando ocurrió. Y es que la muerte solo se comprende, momentos en que más duele, a medida que la ausencia va dibujando sus contornos en el tiempo.

2 comentarios:

EOS CONSULTORES. EOS FORMACIÓN Y EOS CENTRO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS. dijo...

Tiene fuerza, un poco largo para este blog, pero bonita composición

maria dijo...

me conmovió, me hizo llorar
con lo dificil que es despertar emociones